El Siquisirí Arribeño

(La Siquisirí)

Dice La Siquisirí

que la dejen descansar

que ya viene la cuaresma

y se quiere confesar.

 

Cuando me voy a la plaza

a buscar la yerba mora

yo no sé lo que me pasa

mi corazón triste llora.

 

Amores, amores tengo

y no quisiera tener

el hombre se pone tonto

por culpa de una mujer.

 

Mañana voy a la imprenta

a hablar con el imprentario

que tengo mi amor en venta

que lo anuncie en su diario

en la página cincuenta.

 

Allá por la madrugada

soñé que estaba en tus brazos,

al pie de una flor morada

vi que hiciste pedazos

el amor que yo soñaba.

 

No me pongas más cadenas

que tus labios me provocan

que si aumenta mi condena

por un beso de tu boca

no me importaría la pena.

 

Por un beso de tu boca

bien puedo perder la vida,

tu corazón como roca

quiere, después olvida

los suspiros que provoca.

 

La flor más engrandecida

con los rayos del sol muere,

la mujer comprometida

sigue el camino que quiere

aunque le cueste la vida.

 

No me niegues tu mirar

te lo pido de favor,

no vine a este lugar

a encontrar tu rencor,

el hombre que sabe amar

busca curar el dolor.

 

Mi corazón no se atreve

a decirte lo que siente,

es una cosa muy breve

y de mucho fundamento:

hasta la Tierra se me mueve

de ver mi padecimiento.

 

Tengo un nicho de cristal

hecho con mis propias manos

para colocarte a ti

si seguimos como vamos

pero si me pagas mal

padre nuestro, lo quebramos.

 

Y si soy correspondido

te prometo ser formal

y si te agrada el partido

te haré un tono de cristal,

también en oro bruñido

una corona imperial.

 

Dos corazones heridos

los puse en una balanza

el uno pide justicia

el otro clama venganza

pero un corazón herido

sólo llorando descansa.

 

Apenas mi amor se fue

le lloro de descontento,

le lloro y le lloraré

porque me da sentimiento

que volando me quede

como la pluma en el viento.

 

Cada vez que veo el sitio

donde mi amor se paseaba

mi corazón da de gritos

mis ojos se llenan de agua

recuerdo de los besitos

que con su boca me daba.

 

Dime, precioso clavel

si no te marchita el sol

estoy que no sé qué hacer

porque a pesar del rigor

no puedo retroceder

a lo que mande tu amor.

 

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